Tuve la fortuna de leer «Déjame Entrar» antes de ver la película homónima, y la novela -al contrario que su adaptación- engancha bastante, hasta el punto de que su agilidad contrasta con el lento ladrillazo del film- y no está sometida a la (auto)censura políticamente correcta que mutila la peli. Por ello, y porque -no nos engañemos- el tema zombie me atrae, decidí echarle un tiento a «Descansa en Paz», que parece ser una obra anterior de su autor (cuyo nombre me resulta impronunciable) rescatada para agotar su filón comercial.
No obstante, la trama encuentra sus momentos más brillantes en el planteamiento inicial del regreso de los muertos: las subidas de tensión eléctrica, y el hecho de que los que regresan no presenten la actitud agresiva propia del zombie clásico. Esto ofrece además la posibilidad de recrearse en los complejos dilemas a los que se enfrentan los familiares de los difuntos, según su estado de descomposición o sucesos luctuosos del pasado común. Pero, por otra parte, la historia va perdiendo pegada a medida que avanza, y el final es digno de los peores delirios de Stephen King, cuya influencia se deja sentir bastante en esta novela.
Por tanto, «Descansa en Paz» puede muy bien calificarse de literatura cómoda de leer, que entretiene sin renunciar a unas ciertas dosis de interés y calidad, como ocurría con «Déjame Entrar» aunque resulta bastante claro que la historia del vampiro es -paradojas de la no-vida- mucho más adulta que la de estos zombies.